Del miedo a la denuncia: análisis a dos voces del acoso universitario
![]() |
![]() |
Gabriela Eraso Villota – 2019-07-12
Mónica Godoy es antropóloga y magíster en género. En 2017, durante su paso como docente por la Universidad de Ibagué, acompañó el caso de varias trabajadoras que fueron acosadas laboral y sexualmente dentro de la institución. Tras la denuncia, ella y las víctimas fueron despedidas. Un mes después, Godoy interpuso una tutela ante la Corte Constitucional quien ordenó su reintegro. “Manifestando que la autonomía universitaria no es un argumento para ocultar, revictimizar y despedir a defensoras de derechos humanos de las mujeres y pidiendo protección para quienes cumplen esta labor”, manifiesta Godoy.
Aproximadamente un año después, Lizeth Lorena Sanabria, estudiante de la maestría en Enseñanza de Ciencias Exactas en la Universidad Nacional de Bogotá, fue acosada por el director del programa, el docente Fredy Monroy, quien detrás de un velo de interés en su proceso de formación y empatía por sus problemas personales, hizo comentarios inapropiados sobre su cuerpo y le ofreció su apoyo académico a cambio de favores sexuales. “Me ofrece dos tipos de relación: simplemente de profesor y estudiante o, si aceptaba algo más, él me dice que se compromete con mis labores académicas”, narra Sanabria.
Lizeth llegó a pensar en renunciar e irse país, pero cambió de idea al encontrarse con una compañera que vivió un caso similar. “Ella me dice: yo al profesor Monroy le tengo pavor, el otro día me lo encontré frente a su oficina, me ofreció ayudarme con la tesis y de una me metió la lengua a la boca. Entonces yo le dije, ¿por qué no lo denunciamos? y ella me dijo que no, que él tenía mucho poder y si lo acusábamos no nos dejarían graduar”, relata Sanabria. En vista de lo sucedido, Lizeth decidió quedarse y denunciar. En la siguiente reunión con el docente, grabó en video la situación de acoso como prueba para su caso. “Decidí denunciar porque me di cuenta de que no era la única persona que estaba pasando por esa situación y estaba sintiéndose así de mal. Entonces me pareció justo, con todas las mujeres, que alguien hiciera algo para ponerle un alto a esto”, dijo Sanabria.
Inicialmente, la Universidad hizo caso omiso a la acusación y ascendió al profesor, pero en mayo del presente año, el Consejo Directivo de la institución destituyó e inhabilitó a Monroy por 20 años por acosar sexualmente a tres de sus estudiantes. Aunque el docente apeló y el proceso aún está en curso, este caso sienta un precedente para el análisis del acoso dentro de los establecimientos educativos.
A continuación, se presenta la lectura de este delito dentro de las universidades, desde el análisis de Mónica y Lizeth, dos mujeres que lo han experimentado de cerca.
¿Cuál es el trato adecuado para las víctimas de acoso?
![]() |
Lizeth Sanabria |
Lizeth Sanabria: El trato más adecuado es no revictimizar a la persona. Es muy duro que tú estés sacando algo que tienes dentro de ti y que la gente ponga en tela de juicio lo que dices o que te lo hagan repetir mil veces o que te confronten con la persona a la que tú le tienes miedo. Obviamente, ellos (la universidad) deben buscar la verdad y eso está bien, pero pienso que deberían hacerlo con más tacto porque uno está muy maltratado y no se justifica seguir sufriendo.
Mónica Godoy: Creo que lo más importante es reconocer que el problema existe, hacer un diagnóstico para tener procesos que garanticen los derechos de las víctimas y métodos que aseguren el debido proceso a quienes son acusados.
Para las víctimas, la denuncia es un proceso difícil, en muchos casos revictimizante. Hay mucha frustración y burlas. Los lazos de solidaridad entre los varones hacen que, si tienes problemas con uno, tengas problemas con varios. Por eso, lo más importante es brindarles a las víctimas todo el apoyo jurídico, psicológico y político para que puedan enfrentar su proceso.
![]() |
Mónica Godoy |
Pienso que, ante algunos casos de acoso, es posible dar una respuesta pedagógica que intente cambiar las prácticas socioculturales y evalúe las causas que reproducen estas manifestaciones de violencia. Y en otros casos, dependiendo de la gravedad, es necesario dar una respuesta punitiva, individualizando la responsabilidad de acuerdo al grado de reiteración y poder del acusado.
Para mí, no en todos los casos debe haber despidos porque considero que las universidades estarían renunciando a su carácter educador, pero cuando esto sucede, los acosadores, que no tienen ninguna anotación en sus hojas de vida, se vuelven a emplear y continúan reproduciendo estas mismas prácticas en otras universidades.
¿Cuál es la responsabilidad de las universidades?
M.G: En casos como el de Lizeth hay una clara responsabilidad de la universidad porque ese profesor (Fredy Moroy) ya tenía una queja anterior por haber acosado a otra estudiante y no pasó nada. Y por no enfrentarlo a tiempo, ella se vio sometida a este tipo de violencia. Si no hubiera sido por su valentía y su fortaleza al grabar el video, no hubiera pasado nada.
Yo espero que haya una responsabilidad penal para el profesor y que se pueda establecer la responsabilidad de la universidad en los hechos que le ocurrieron a Lizeth. Si no logramos que las universidades asuman la responsabilidad de su omisión, van a seguir guardando debajo del tapete estos hechos de violencia.
¿Consideran que los protocolos contra el acoso han logrado cambios positivos a favor de las víctimas dentro de las universidades?
L.S: En la universidad se ha movilizado mucho el protocolo para las víctimas de acoso y esto es muy importante porque es el inicio para que muchas chicas se sientan protegidas. Además, se ha visto un cambio en la relación de los profesores con las estudiantes y se entiende más que si tú dices no, es no.
M.G: Los protocolos, por más buenos que sean, no son suficientes por sí mismos, sino que tienen que estar orientados por una política de equidad de género que no se limite solo al acoso sexual, sino a la inequidad en la toma de decisiones dentro de las instituciones de educación superior. Es más, deberíamos ir un paso más adelante y plantear la despatriarcalización de las universidades que reproducen valores que denigran e ignoran el conocimiento producido por las mujeres. Las universidades son instituciones arcaicas para la sociedad actual; las jóvenes que entran ya no están dispuestas a soportar la inequidad como si fuera natural.
Hoy hay muchos personajes incuestionables que tienen miedo. Me parece bien que se sientan incómodos y temerosos porque no tienen todo el poder para hacer lo que quieran con quien se les dé la gana y sientan que pueden ser denunciados y que su carrera puede estar en riesgo.
¿Cuál es la importancia de los movimientos de mujeres en el apoyo a las víctimas de acoso?
M.G: Las víctimas de abusos sexuales generan un sentido ético frente a otras mujeres, hacen que se sientan más comprometidas a denunciar cuando saben que otra puede estar viviendo la misma situación.
El caso de Lizeth habla de la fortaleza y la capacidad de las mujeres para tejer lazos de solidaridad, así no se conozcan. Ella lo que hace es un imperativo ético porque dice: yo no voy a permitir que nadie más tenga que pasar por lo que yo viví. Y tiene que exponerse a hacer un video y asumir que mucha gente de la universidad, incluso profesores muy reconocidos, la cuestionen.
L.S: El acoso siempre ha existido pero el miedo también, entonces uno se deja llenar de muchos prejuicios, de las reacciones de los demás y deja de pensar en lo que uno está sintiendo cuando realmente es uno la persona más afectada. Afortunadamente, yo conté con el apoyo de muchas personas dentro y fuera de la universidad, pero una compañera que denunció antes que yo no tuvo esta suerte. Ella había denunciado a este mismo profesor, pero por no tener pruebas, no fue válida su denuncia.
Me parece una ganancia que hoy dentro de las universidades haya muchas mujeres que luchan por los derechos de otras y eso da valentía, lo llena a uno de coraje.
¿Cuál es su mensaje para otras mujeres que quieren denunciar?
L.S: A las chicas que quieren denunciar les digo que es muy difícil porque deben aceptar un episodio muy triste en la vida personal, eso duele. Pero piensen que hay mucho apoyo, hay muchas chicas y chicos que trabajan por el bienestar y por la justicia de las víctimas. Recuerden que, aunque es una lucha dura, larga y a veces frustrante, uno sí que se ve el cambio. Entonces, sí es bueno que más chicas se sientan identificadas y que más chicas digan sí, a mí me pasó eso y gracias porque tú lo pudiste hacer y yo no.
Este boletín se realizó gracias al apoyo del Fondo Sueco Noruego de Cooperación (FOS).