Este libro es la recopilación de ideas innovadoras y reflexiones que hemos hecho juntas por varios años. En junio de este año hicimos un encuentro para escuchar las experiencias de Malí, Guatemala y Colombia, respecto a la importancia de tener planes de acción concertados con la sociedad civil —pero de responsabilidad fundamental de los Estados— para el diseño y cumplimiento de la agenda nacional alrededor de la Resolución 1325. Encontramos algunos hilos conductores y reiteramos la necesidad de construir una agenda de paz que vaya más allá de una respuesta mili- tar —algo que para nosotras, las feministas, es obvio—. Justamente este tipo de respuestas ante las manifestaciones sociales en Colombia o en Chile nos recuerda que no es tan obvio para todas las personas, ni para los Estados, escoger una agenda constructora de paz que no esté centrada en acciones militares. Lastimosamente, la respuesta militar parece ser un mensaje que sigue vigente a pesar de que la Resolución 1325 ya tiene más de veinte años.
Es de suma importancia contar con planes de acción concertados entre los gobiernos y la sociedad civil, y a diferencia de Guatemala y Malí, Colombia que no ha avanzado en la producción de tal plan, tardanza que nos hemos encargado de denunciar permanentemente. Adicionalmente, es importante recordar que nuestra incidencia no termina con la expedición de un plan nacional, pues su diseño e implementación exigirán de mucha vigilancia. Particularmente estaremos enfocadas en supervisar la existencia de recursos, las maneras de ejecutarlos, que haya indica- dores que nos permitan medir el avance de estos planes de acción, que se siga fortaleciendo y no debilitando la institucionalidad de las mujeres (como ha venido sucediendo), y que se cuente con cifras desagregadas que nos faciliten y nos permitan el seguimiento, monitoreo y vigilancia que como sociedad civil hacemos al cumplimiento de la Resolución 1325. Permanecemos atentas a la desaceleración de la implementación de los planes de acción o, en el caso de Colombia, al Acuerdo Final de Paz.
Finalmente, quiero insistir en la necesidad de fortalecer las estrategias de comunicación y educación sobre las ventajas y posibilidades que laten en la Resolución 1325. Esta agenda presenta una oportunidad para estudiar, proteger y acompañar a las mujeres y personas LGBT defensoras de derechos humanos que, desde sus organizaciones comunitarias, son la manifestación de las promesas de esta Resolución. De hecho, se presenta una oportunidad envidiable en el fortalecimiento de un enfoque regional a la implementación de la Resolución 1325, que es clave al momento de repensar su alcance. Me atrevería a decir que esta es la mirada integral de una Resolución 1325 del siglo XXI.
Vigencia de la Resolución 1325 en algunos problemas contemporáneos
En los artículos que aquí recopilamos, después de veinte años de la Resolución 1325, va a ser muy evidente una serie de hechos que hemos estudiado y que la realidad nos muestra. En primer lugar, que el contexto ha cambiado. Los temas a los que se refirió la 1325 sobre la participación política de las mujeres, el desarme de la justicia transicional para las víctimas, la posibilidad de mirar –incluso la participación política que siem- pre es un indicador que se mira en términos de cuánto aumenta el pie de fuerza militar en número de muje- res que lo integran– y el tema de justicia, verdad, reparación y no repetición para las víctimas. En segundo lugar, que es una agenda que sigue incompleta pero que, para nosotras —para la Red Nacional de Mujeres, para Sisma, para Humanas, para Colombia Diversa— es el momento de seguir desafiando. Es el momento de innovar, de mostrar nuevos rumbos e interpretaciones de esta agenda e innovar en los enfoques teóricos y poblacionales con los que nos acercamos a ella. Particularmente, me refiero a los temas de defensoras de derechos humanos y el enfoque LGBT; también me refiero a problemas particulares que afectan la agenda de paz hoy, como la migración y la pandemia; pero también en situaciones de continuidad, y quiero ser muy insistente en eso, como las respuestas militaristas, por ejemplo, a la llamada “guerra contra las drogas”, que sigue generando problemas de seguridad para las mujeres y para las personas LGBT. Sobre todos estos asuntos hablamos en estos artículos porque para nosotras ningún instrumento internacional de derechos humanos es estático, justamente esa es su fortaleza y no su debilidad.
¿Cómo le hacemos mostrar nuevas interpretaciones a viejos instrumentos de derechos humanos? Quisiera referirme a cómo para las personas LGBT empezamos a resolver una tensión en aquellos instrumentos internacionales de derechos humanos que no nos mencionan, entre otras cosas, por el momento en que fueron acordados y definidos por los Estados. Todavía hay dificultades para tener instrumentos específicos de protección para las personas LGBT. Un ejemplo de esa forma de hacerle decir cosas nuevas a esos viejos instrumentos de derechos humanos es el Pacto de Derechos Civiles y Políticos, donde la categoría protegida era “sexo”, sin embargo, el propio Comité del Pacto decidió que “sexo” debería ser interpretado también como “orientación sexual” y, sin duda, como “identidad de género”. Esto viene al caso porque los nuevos debates sobre paz y conflicto están atravesados por discusiones sobre la discriminación, por discusiones sobre qué significa, por ejemplo, la sexualidad y el género en términos de no solamente la violencia o las víctimas, sino también en términos de la construcción de paz. Esto por mencionar dos ejemplos en lo que tiene que ver con la población LGBT y los retos que el contexto actual nos presenta para innovar y pensar el alcance de la Resolución 1325.
Todo esto es una apuesta de apropiación por parte del movimiento de mujeres, y particularmente del movimiento feminista, sobre la agenda de mujeres, paz y seguridad. Ya no es una agenda solamente de los Estados y de los actores de la guerra. Es el papel de las feministas ir complejizando ese debate, buscando herramientas para hacerlo más cercano a la realidad de las mujeres y de las personas LGBT. Es un debate que exige la mayor rigurosidad. Siempre nos han calificado a las feministas de extender demasiado la interpretación que hacemos de esos instrumentos, pero creo que esa es nuestra labor cuando esos instrumentos, definitivamente, se han preocupado por excluir a ciertas poblaciones y ciertos debates claves para las feministas.
Sea este el momento de agradecer el acompañamiento político, técnico, financiero y también la posibilidad de dotar este proceso de legitimidad y credibilidad, que nos han posibilitado gobiernos y organizaciones como NORAD, Noruega, FOKUS, la Red Global de Constructoras de Paz y Diakonía. Su apoyo no se ha limitado a acompañar a las organizaciones o a las mujeres con las que trabajamos y para las que trabajamos, sino que también han cumplido su papel de presionar a los Estados para hacer más compleja esta agenda, para hacerla menos abstracta y más cercana a la realidad de las mujeres y personas LGBT. Su trabajo se ha esforzado en, realmente, tener en el siglo XXI una agenda de paz como nos lo hemos propuesto: que sea sostenible pero que sea creativa, que se aleje de una visión y concepción tradicional de la paz, de la seguridad y de lo que significa esto para las mujeres y personas LGBT. Entonces, muchas gracias, bienvenidas a todas las personas que nos acompañan en estas discusiones. Nos deseamos un debate muy rico que ni empezó hoy ni va a terminar hoy. La Resolución 1325 del siglo XXI amerita seguir pensando con las mujeres, pensando en los lugares fuera de las grandes urbes del país, significa hoy seguir pensándola como una herramienta fundamental para alcanzar la paz y la seguridad para las mujeres en toda su diversidad.
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