¡Que la lucha contra el acoso callejero sea Ley!

Por: Mónica Lozano

“No es normal que salga a la calle y me tenga que someter a un chiflido. No es normal que me tenga que limitar en la hora en la cual habito el espacio público. No es normal que, a veces, decida no ir a cierto lugar porque siento que me van a acosar”, dice Lorena Robayo, integrante de la Red Político Artística de Mujeres Jóvenes, de Bogotá. 

Así como no son normales esas actitudes en la capital de Colombia, tampoco lo son en ciudades como Barranquilla o Cartagena, donde, según dicen las mujeres, las acciones de acoso parecen exacerbarse. Así lo señala Yuris Gómez, integrante de la Fundación Yayuma: “En Cartagena es complejo porque las mujeres nos vestimos de una manera diferente a las de Bogotá por el clima, y nos toca aguantarnos cualquier cantidad de cosas que nos dicen en la calle”. En Barranquilla, Estefany Mosquera, de la Red Departamental de Mujeres del Atlántico, explica que, “a las mujeres del Caribe nos atraviesan una serie de cosas frente al acoso y las violencias sexuales que nos hacen ser más vulnerables, como el ser negras”.

En ninguna ciudad de Colombia es normal que las mujeres estén sometidas de manera sistemática a toda forma de acoso sexual en las calles. Acoso que se evidencia con miradas, gestos, comentarios, manoseos, persecuciones, masturbaciones… Un tipo de violencia sexual constante que limita la manera y los tiempos en los que las mujeres habitan los espacios públicos y que además las acalla, invisibiliza, humilla y vulnera.

Así lo concluyeron cerca de 20 lideresas diversas de Bogotá, Cartagena y Barranquilla, que hicieron parte de un encuentro de intercambio de experiencias el pasado 4 y 5 de julio en la capital del país. Una actividad que se realizó en el marco del proyecto “Ciudades de Paz: iniciativas urbanas en Colombia para promocionar los derechos de las mujeres y jóvenes”, que desarrollan la Corporación Humanas, el Movimiento por la Paz y la Asociación Manos Amigas, con el apoyo del Ayuntamiento de Madrid. Allí se reconocieron, articularon acciones y definieron una agenda política, a través de la cual se haga frente a este tipo de violencia que suele pasar de manera desapercibida ante la mirada indiferente de la sociedad y las autoridades.

De acuerdo con datos del Sistema Penal Oral Acusatorio, solo en 2017, se registraron 2.237 casos de acoso sexual en Colombia. Pero si las cifras son alarmantes, la realidad puede ser todavía más abrumadora. Mientras que en Bogotá la Policía Nacional contabiliza al menos 11 casos diarios de acoso sexual, en Barranquilla, tanto la Secretaría para la Mujer de la Gobernación del Atlántico como la Oficina para la Mujer del Distrito, aseguran no haber recibido denuncias sobre este tipo de violencia, no porque no ocurran sino porque se trata de una acción que la sociedad ha normalizado y porque la justicia parece no operar en estos casos. De hecho, en el país el acoso sexual se convierte en delito en el año 2008 y, desde entonces, según cifras de la Fiscalía General de la Nación, hay al menos 11.098 casos de los cuales 6.000 se encuentran inactivos. 

¿Qué hacer frente al acoso?

“Siempre ha existido el acoso. En Colombia no debe haber una mujer que jamás se haya sentido acosada”, dice Estefany Mosquera, de Barranquilla, quien cuenta una de las peores experiencias que ha vivido. “Yo iba en un bus en mi ciudad, y un señor empieza a restregarse en mí, y yo le digo que deje de hacer eso y que se haga a un lado, pero él me dice que quien se tiene que mover soy yo, así que con tal de no seguir ahí me moví. Este señor se baja del bus, y mete la mano por la ventana donde yo estaba sentada, y me pega una cachetada. Yo comencé a llorar, me sentí muy mal y la gente no hacía nada”. 

“Precisamente -dice Estefany- eso es lo que debemos atacar, la indiferencia de la sociedad, la normalización de este asunto y eso es lo que hemos trabajado en nuestra organización”. En Barranquilla, la Red Departamental de Mujeres del Atlántico tiene un espacio radial de una hora en la emisora Bocaribe Radio, donde han hablado de este tema de manera pedagógica buscando desnaturalizar el acoso sexual. En Cartagena, la Fundación Yayuma pinta murales para denunciar las violencias a las cuales están sometidas las mujeres y, en Bogotá, la Red Político Artística de Mujeres Jóvenes desarrolla herramientas pedagógicas visuales para dar a entender que el piropo es una acción agresiva que afecta a las mujeres. 

La clave está en que los hombres sepan que no es normal violentar a través de miradas, palabras o tocamientos a las mujeres. Que las autoridades se den cuenta de que no es normal que a las mujeres se les vulnere la libertad de expresión al no poder vestirse como quieran por miedo. Que la sociedad en general reaccione cuando una mujer sea acosada sexualmente en la universidad, en la calle, en el trabajo, en un bar o en el transporte público.  

A esas reflexiones llegaron las mujeres que hicieron parte del encuentro de intercambio de experiencias. A pesar de habitar diferentes ciudades, el problema estructural es el mismo: un sistema patriarcal que se ha apropiado del espacio público y que ha permitido que los hombres sientan que tienen la posibilidad de hacer y deshacer con la vida y cuerpo de las mujeres. 

Tras analizar esta problemática, las mujeres que participaron en el encuentro trabajaron durante dos días en la construcción de una agenda política conjunta que recogiera exigencias explícitas y concretas para que el Estado y la sociedad se den cuenta de la urgente necesidad de cambiar esta realidad. Exigencias que se enmarcaron en un objetivo principal: la ampliación de la Ley 1257 de 2008 para incluir el acoso como un delito en todos los escenarios. 

En el artículo 29 de dicha ley, el acoso sexual fue incluido como un delito en el Código Penal con penas de hasta de 3 años de prisión siempre que se pruebe la condición de subordinación entre la víctima y el victimario, de acuerdo a la condición económica, laboral, social y familiar. Sin embargo, y como lo ha evidenciado el movimiento de mujeres, el acoso sexual en el espacio público no está tipificado como delito y se suele clasificar como una injuria por vía de hecho. 

“Debe reformarse la ley. Realmente en este momento no existe algo contundente frente al acoso. Existe una simple amonestación y una disculpa que somete a la mujer a enfrentarse con el victimario y lo que se logra con eso es una revictimización”, dice Lorena Robayo.

Las mujeres del encuentro determinaron que, para impulsar ese fortalecimiento de la Ley, será necesario combatir el acoso desde diferentes frentes. “La educación es clave, ya que desde niños se normaliza este tipo de violencias”, identifica la lideresa de Barranquilla. Por eso, las lideresas reunidas en Bogotá reclaman la implementación de una cátedra de género de manera obligatoria en las instituciones públicas y privadas del país. A nivel participativo, exigen al Estado garantizar el apoyo y la veeduría de las organizaciones de mujeres. Desde lo comunicativo, solicitan al Gobierno campañas en contra del acoso y la implicación de los medios de comunicación. Además, exigen la construcción de un diagnóstico sobre las afectaciones del acoso en las mujeres, y un protocolo de atención para las víctimas, teniendo en cuenta que, como explica la integrante de la Fundación Yayuma, “el acoso también es violencia psicológica porque no podemos habitar de manera tranquila las calles, ni los espacios privados donde hay hombres, pero además no se nos cree cuando denunciamos. Debemos generar canales de alerta y debemos poner barreras al hombre acosador”.

Las enseñanzas 

Uno de los principales aprendizajes de este encuentro fue evidenciar la importancia de la unión de las mujeres para enfrentar el sistema patriarcal. “Con el proyecto Ciudades de Paz nos hemos dado cuenta de que el acoso lo vivimos las mujeres en todos los lugares, y este trabajo articulado con otras organizaciones nos permite aunar esfuerzos y recoger experiencias para visibilizar el acoso”, comenta Lorena.

Yuris Gómez afirma que, además de fortalecer sus lazos con otras mujeres, este proceso le ha permitido mirar al acosador a la cara y decirle que no quiere ser objeto de acoso sexual. “Yo necesito sentirme segura en el trayecto que voy a recorrer en un bus. Estos procesos permiten poner límites y defenderte”. 

Asimismo, Estefany, agrega que es muy importante sumar fuerzas que permitan sacar adelante proyectos que fortalezcan la ley. “Ya nos somos solo un grupo de mujeres en Barranquilla, también somos las de Cartagena y Bogotá, y seguro más adelante se animarán otras ciudades”.

Este boletín se realizó gracias al apoyo del Fondo Sueco Noruego de Cooperación (FOS).