La conversación con Elsy Rodríguez Vergara de Cartografía Sur, organización de mujeres jóvenes que se plantea un proyecto político a través del arte para lograr una sociedad justa y equitativa, busca dar respuesta a estas preguntas.
Una charla y un trabajo que se inscribe en el marco del proyecto “Ciudades de Paz: iniciativas urbanas en Colombia para promocionar los derechos de mujeres y jóvenes”, llevado a cabo por la Corporación Humanas, MPDL y Manos Amigas y apoyado por el Ayuntamiento de Madrid.
En una alianza de largo recorrido, Cartografía Sur y la Red Político Artística de Mujeres Jóvenes, apoyadas por Humanas, se ponen a la tarea de realizar una cartilla pedagógica para que mujeres y jóvenes se apropien de la ciudad de Bogotá identificando necesidades, brindando rutas de acción y reconociendo el trabajo acumulado de diferentes colectivas de mujeres y jóvenes de la ciudad. Una cartilla en la que la imagen también es contenido, obra de la ilustradora Amanda Martínez.
Cómo nace la idea
“Se planteó una mesa distrital de trabajo en la cual empezamos a problematizar mucho el tema del acoso en la ciudad y, a partir de este antecedente, llega la idea. Ya veníamos trabajando el tema desde la imagen y la queríamos posicionar no solo en el ámbito académico sino también desde el ámbito de los espacios de militancia política ¿Cómo trabajamos el concepto? A través de la articulación de las experiencias generamos proyecciones políticas con acciones concretas. Se hicieron distintos ejercicios que han sido parte de este proceso con Humanas: talleres en el proceso de “Callejearte”, donde se hicieron mapeos para identificar experiencias y lugares de violencia para las mujeres, donde nos empezamos a pensar colectivamente cómo habitamos la ciudad, cómo encontramos fisuras o no lugares para nosotras en esa ciudad y cómo transformar esos espacios que no son seguros. Cómo la calle y cómo la ciudad en sí es insegura para las mujeres y para las jóvenes, pero no desde un lugar de fragilidad de género sino más bien desde una arquitectura e infraestructura que no tiene lugar para la diferencia y para unas condiciones dignas de la sociedad.
Esta es la realidad que tenemos y a partir de las reflexiones sobre ese ejercicio de transformación y de articular procesos de mujeres que vienen trabajando desde el acoso, la denuncia y la práctica artística para recuperar y construir espacios donde podamos habitar es que empezamos a pensar este concepto de la cartilla como esa ciudad imaginada, soñada, esa ciudad para la que estamos trabajando cuando hablamos de una ciudad segura para las mujeres y jóvenes. Desde la referencia de “Las Ciudades Invisibles” de Italo Calvino, nos dijimos: hagamos nuestra ciudad invisible, que es invisible porque no está pero que sí la podemos construir y soñar. Hicimos una especie de “cadáver exquisito” como metodología. Nos planteamos un eje colectivo y cada una escribía sobre ese eje y después, a partir de esos fragmentos, se hizo todo el cuerpo que, en este caso, se representa en una imagen. Cada compañera empezó a describir cómo sería su ciudad segura, su ciudad soñada y empezaron a salir muchas cosas que son los mismos fragmentos de la portada de la cartilla”, explica Nelsy.
Fragmentos de una ciudad soñada por las mujeres
De la mano de Nelsy recorremos las imágenes de una cartilla en la que mujeres diversas de Bogotá han recogido su ciudad soñada.
«En el lugar más alto, y como un eje central, encontramos un árbol que no es un árbol cualquiera, es una ceiba y ahí está planteado el tema de las raíces y ese sueño fantasioso en el que estamos en una isla en la que hay una ceiba y se construyen casas elevadas e imaginadas y construidas por las mujeres donde se representa el tema de las banderas. Los banderines que cuelgan en esta casa salen de la ola feminista y de luchas de mujeres que, a nivel mundial, se están dando a partir del uso de pañoletas. Una trayectoria que viene desde Argentina, porque también son los pañuelos de las Madres de la Plaza de Mayo, y desde el zapatismo también. Ahí empiezan unas simbologías latinoamericanas, el pañuelo morado que surge de la última ola feminista como símbolo de unificación, el pañuelo verde que simboliza toda la lucha por el aborto legal y seguro para las mujeres que también se da desde ese proceso de Argentina, el pañuelo rojo que simboliza todas las luchas desde la resistencia, desde el pensamiento crítico latinoamericano y del movimiento social, el pañuelo de la representación de la lucha trans como una nueva era que nos reconocemos como mujeres desde la diversidad, volvemos a repetir el pañuelo morado y el pañuelo de la diversidad sexual y cultural. A la derecha, la bandera blanca que simboliza todos los procesos de paz que queremos construir acá
en Colombia que es el escenario en el que nos imaginamos”, describe Elsy.
“Hay otro concepto y es que las ciudades son solo cemento. Una de las compañeras, que es bióloga y tiene como nosotras todo ese proceso ambientalista, en el proceso de cadáver exquisito lo apuntaba así y vemos que toda la ciudad está construida desde el ámbito natural y no solamente desde el cemento. Podemos ver unas representaciones importantes como los páramos y los frailejones que son ecosistemas que están en riego y que se quieren perpetuar. En todas las composiciones hay una defensa del agua que va a ser una de las próximas fuentes de confrontación y de riesgo. Hay otras cosas que nos identifican como los chigüiros, los delfines rosados, el jaguar… También el tema de la movilidad que se planteó mucho y son las ciclovías, pero sin embargo acá en la representación se queda en esa ciudad acuática y como movilidad queda representada la canoa”.
“Las cuerpas y los cuerpos que se representan son como nos visualizamos. Son cuerpas diversas que representan distintas identidades étnicas, culturales y todo lo que es el mestizaje en una integración armónica que es un lugar de diálogo que nos debemos. A partir de eso fueron saliendo varias necesidades como la idea de poder andar desnudas. En casi todos los espacios se ven unos cuerpos desnudos interactuando en la colectividad desde una naturalidad y aceptación.
También se planteó una ciudad donde hubiera espacios. Una ciudad donde se pueda interactuar creativamente, como donde están las mujeres pintando “Mujeres libres” con pinturas y distintos colores”.
“Una ciudad segura para las nuevas maternidades en las que los niños y niñas puedan habitar que es el espacio de las marionetas. Espacios para la interacción de práctica artística, para el diálogo, para el intercambio generacional, la música y esa generación que llega a observar sorprendida por lo que está pasando”.
“El café, como espacio intelectual y cultural, donde están las chicas leyendo en esa espacialidad de tranquilidad y creatividad para pensarnos una ciudad distinta.”
Tras repasar cada una de las escenas que compone esta ciudad soñada por las mujeres, Nelsy concluye: “A partir de la imagen nosotras también nos proyectamos y lo hacemos desde un escenario político específico”.