– 2013-10-02
Ficha técnica
Departamento localizado en el suroriente de Colombia, en la región Amazónica, cuenta con una superficie total de 88.965 Km2. Dividido en 16 municipios, cuenta con 465.477 habitantes, en su mayoría ubicados en la capital, Florencia, y en algunas cabeceras municipales ya que gran parte del territorio es selva tropical húmeda y hace parte de la cuenca amazónica, reserva mundial de biodiversidad.
“La fuerza y la potencia en el Caquetá están en el campo”
El departamento del Caquetá está cargado de riquezas; caudalosos ríos, tesoros minerales y una riqueza cultural ancestral mantenida gracias a la resistencia de los diferentes grupos indígenas que habitan sus tierras.
El conflicto armado se ha ensañado con este territorio, donde los combates entre el Ejército y la guerrilla se mantienen a pesar de los diálogos de paz abiertos en La Habana. “A diario vivimos con las violaciones a los derechos humanos por el conflicto que se vive en muchas regiones de nuestro departamento. Los combates entre la guerrilla de las Farc y el Ejército se viven a diario y las comunidades campesinas somos las más afectadas. En muchos sectores del departamento bombardean a diario, se nos prohíbe salir ya tarde en la noche por las confrontaciones. Es una zozobra diaria la que se vive”, denuncia Rosemary Londoño presidenta de Coordinadora Departamental de Organizaciones Sociales del Departamento del Caquetá, COORDOSAC.
Pero Caquetá sufre una doble victimización. A la crudeza del conflicto hay que sumar la estigmatización que sufren sus habitantes. En el imaginario colectivo colombiano, el Caquetá es territorio de las Farc. Una imagen grabada a fuego tras albergar el intento negociador abierto en 1999 por el gobierno de Andrés Pastrana y la guerrilla en el municipio caqueteño de San Vicente del Caguán.
Este estigma pesa y mucho. “No podemos negar la historia. El departamento del Caquetá es un territorio histórico donde están las Farc y para nadie es un secreto que aquí nosotras, las campesinas y campesinos, convivimos en ese ámbito. Eso trae una estigmatización grande a las organizaciones sociales porque cada vez que hay una organización fuerte se dice que es de las Farc y son sus vocerías”, asegura Londoño.
El destino de Caquetá ha quedado marcado por la evolución del conflicto armado y los intentos fallidos por ponerle fin. En febrero de 2002, el Gobierno de Pastrana da por terminada la negociación con las Farc y anuncia el despeje de la zona de distensión de 42.000 kilómetros cuadrados establecida en los departamentos de Meta y el Caquetá. Un fracaso que trajo graves excesos, pero que los caqueteños supieron transformar en fuerza organizativa, según asegura Domingo Emilio Pérez Cuellar, actual alcalde de San Vicente del Caguán. “Todo el escenario del post despeje y la retoma por parte de las instituciones del Estado, sobre todo las instituciones castrenses, generó una crisis de derechos humanos y de infracciones al derecho internacional humanitario que contribuyeron a la vergüenza ya conocida de los “falsos positivos” y todo el tema de la parapolítica. A ese dolor por la manera en que se retomó, hay que sumar cómo se miraba a todos los ciudadanos con el mismo rasero. Para las instituciones que vinieron a recuperar el territorio todos eran subversivos. Todos los actores políticos e institucionales empezaron a referirse al Caguán como el demonio político de la historia reciente de Colombia y eso empezó a generar un daño a la honra, a la integridad, a la dignidad de un pueblo. Pero eso generó un efecto positivo que proviene de la resiliencia; el pueblo, en medio de su desamparo, decide fortalecer sus organizaciones campesinas y crear sus estructuras de derechos humanos, porque se dijeron: lo hacemos nosotros o no sé qué pueda pasar”.
El tejido social crece y se entrelaza en el Caquetá. Las organizaciones, en especial las campesinas, se han ido fortaleciendo año tras año. Algo que ha quedado patente en el paro agrario registrado en agosto en diferentes puntos de Colombia y que, en este departamento del sur, ha tenido un especial seguimiento.
Paro agrario
Toque de queda y ley seca en Florencia; 11.000 campesinos bloqueando las vías; urgencia sanitaria por las 1.500 toneladas de basura acumuladas en las calles… Los campesinos caqueteños han puesto en jaque al Gobierno. “El paro fue bastante complicado porque la fuerza pública, los soldados, querían sacar a los campesinos por la fuerza y por eso se complicó. Los campesinos estaban haciendo su protesta y cerraron las diferentes vías. Lo que están reclamando los campesinos es seguridad alimentaria y hay unos parámetros que ha colocado el gobierno para que ni los campesinos ni nadie pueda protestar por sus derechos. Hubo varios malentendidos entre la fuerza pública y los campesinos que estaban reclamando seguridad en los territorios, programas que ayuden a dar mayor productividad… Ellos tienen su derecho a reclamar y lo hacían con justa razón. Fue bastante duro, fueron más de 12 días con paro de todo” recuerda Waira Nina Jacanamijoy- Mutumbajoy, coordinadora del Consejo Departamental Indígena del Caquetá.
Si los campesinos han logrado organizar y sumar fuerzas, los diferentes pueblos indígenas del Caquetá aún están inmersos en un proceso de fortalecimiento. “En el departamento del Caquetá aún no existe una figura fuerte de comunidades indígenas. Apenas estamos haciendo el ejercicio de fortalecernos nosotros como pueblos indígenas. Eso ha hecho que no hayamos podido interlocutar acciones con las grandes organizaciones campesinas que hoy existen en el departamento del Caquetá y hemos estado así como al margen del paro agrario. Algunos indígenas, voluntariamente, quisieron participar en alguna manifestación, pero realmente estamos en el ejercicio de querer empoderar la organización indígena del departamento para poder articular procesos que son de gran interés para indígenas y campesinos. Por supuesto compartimos sus reclamos, pero aún no hemos podido articular con los líderes campesinos para poder organizar ciertas manifestaciones. La fuerza del Caquetá es una integralidad; está en los indígenas y en los campesinos. La fuerza y la potencia en el Caquetá están en el campo”.
Una de las consignas que los indígenas y los campesinos del Caquetá comparten es el rechazo a los Tratados de Libre Comercio (TLC) firmados por Colombia y que han impactado de lleno en el quehacer de aquellos y aquellas que trabajan el campo. “Se están zafando las semillas tradicionales y se están desapareciendo. Han obligado al campesino a comprar semillas y es una preocupación que les obliguen a sembrar unas matas que nunca van a dar semillas. Están dependiendo de semillas mejoradas y no hay garantías. La presión la están haciendo con las grandes multinacionales que están llegando a nuestros territorios. Sus proyectos se imponen a las comunidades y, cuando fracasan es un fracaso integral para la tierra, para la pervivencia de la humanidad, hay más enfermedades… Hay muchas cosas que ya no se están controlando en el territorio”, denuncia Waira Nina.
Fruto del estigma o de la compleja realidad caqueteña, algunas voces denuncian que las Farc y las Juntas de Acción Comunal han presionado a los campesinos e indígenas para salir a manifestarse, que la orden era que salieran diez personas por Junta y que un importante número de campesinos no sabían con claridad qué se quería denunciar.
Al margen de este debate, una evidencia; la urgente necesidad de que Colombia escuche las voces que llegan del campo. “Se necesita que las palabras de los campesinos e indígenas se puedan evidenciar. Hay muchas cosas que están ocultas, que no se han podido decir, que no se han podido publicar porque la situación no lo permite. Estamos viviendo otro tipo de represión ejercida por los diferentes grupos armados; guerrilla y Estado. Una represión psicológica, silenciosa, donde no se puede protestar, no se puede reclamar. Es un poco complicado cuando no se está en esos escenarios. Muchos grupos se están disputando este territorio rico y diverso. Por eso es muy importante que los campesinos, con su manifestación, hayan podido ayudar a que el departamento del Caquetá sea un departamento un poco más verde, más planificado equitativamente para las poblaciones indígenas y campesinas. Mientras que unos tienen miles de hectáreas, a otros les han titulado 150 hectáreas. Hay una desigualdad a nivel territorial que merece hacerse sentir, y unificar luchas y propósitos. Lo más urgente que se debe tratar en Caquetá es lo territorial, poder empezar a manejar un diseño planificado de estos territorios campesinos e indígenas”, concluye Waira Nina, indígena inga.
Los campesinos caqueteños se mantienen alertas y, ante cualquier incumplimiento a lo acordado en las mesas, retomarán la metodología de protesta. Ya lo hicieron el pasado 27 de septiembre cuando volvieron a bloquear las carreteras al considerar que las demandas del paro nacional agrario siguen sin ser atendidas por el gobierno nacional.