– 2013-11-08
Ficha técnica
El Cauca, departamento del suroccidente del país, cuenta con 29.308 km2 de extensión y una población cercana a los 1.400.000 habitantes. Situado en el nudo cordillerano andino del Macizo Colombiano, por sus tierras discurren dos grandes ríos: el Cauca y el Magdalena. La producción agrícola y ganadera, la explotación forestal, la actividad pesquera y el comercio son las principales actividades económicas de este departamento cuya capital es Popayán. El Consejo Regional Indígena del Cauca (CRIC), fundado en 1971, está constituido por 115 Cabildos y 11 Asociaciones de Cabildos de los pueblos Nasa, Guambiano, Totoró, Guanaco, Coconuco, Yanacona, Inga y Eperara.
En el Cauca seguimos haciendo resistencia
“Mientras que en La Habana se dialogan los temas de paz y los acuerdos, en nuestros territorios la disputa sigue igual. Con la fuerza pública, con los actores armados, con enfrentamientos, choques y hostigamientos”. El proceso de paz abierto en la capital cubana no ha supuesto un cambio para el Cauca, denuncia Ana Deida Secué, gobernadora indígena del Resguardo de Huellas en Caloto.
La situación geoestratégica de este departamento pesa como una losa para sus habitantes. Corredor estratégico que comunica el Cauca, Tolima y el Valle del Cauca ha sido motivo de pugna para los grupos armados y en medio de esta virulenta lucha, la población civil. “A alguien que no conozca el Cauca se lo describiría así; hay una disputa por el territorio”, resume Ana Deida.
En un artículo publicado en julio de 20121, la Corporación Nuevo Arco Iris identificaba cinco razones que explicarían porqué el conflicto armado se ensañaba tanto con este departamento colombiano: la presencia de mega proyectos en el departamento, fundamentalmente minería, la creación de la zona franca y el monocultivo de caña; el ser parte de un corredor estratégico; ser uno de los departamentos de mayor movilización social y resistencia pacífica del país; la presencia histórica de todos los grupos guerrilleros y la privilegiada posición geopolítica del Cauca para la creación de un corredor internacional en el Pacífico colombiano.
Desde entonces, la situación del Cauca poco ha cambiado. Los pueblos indígenas, que ancestralmente habitan estas disputadas tierras, siguen sufriendo la envestida del conflicto armado. “Tras la autonomía territorial que hemos construido durante más de 400 o 500 años de lucha, hoy hay una arremetida de fuerza para sacarnos del territorio y sacarnos en medio del conflicto. Para que nos cansemos de esta guerra y salgamos a las ciudades desplazados. Nosotros en el Cauca seguimos haciendo resistencia y tenemos unos sitios de concentración para no desplazarnos a las ciudades, a los cascos urbanos. Nos concentramos a través de asambleas permanentes ejerciendo el control y la autonomía con la Guardia Indígena, mientras los actores armados se pelean disputando el territorio. Hoy nuestro territorio en el Cauca está militarizado, hay constantes enfrentamientos, constantes hostigamientos… No están dejando a la población civil trabajar. Tanto así, que uno sale a su huerta, a su parcela y suenan las balas, suenan los explosivos, suenan las detonaciones… Los niños no pueden ir a clase porque quedan en medio del fuego cruzado. Hay una situación que nos preocupa muchísimo porque no se están generando garantías al interior de nuestras comunidades para poder hacer respetar el derecho al territorio y a la madre tierra”, denuncia la gobernadora indígena del Resguardo de Huellas en Caloto.
Como en otros departamentos del país, las mujeres en el Cauca se llevan la peor parte. “Las mujeres en el Cauca han sufrido violaciones y el tema del reclutamiento. Pero también hay muchas mujeres viudas porque les han asesinado a sus esposos y hay muchos niños huérfanos. Algo que ha afectado mucho a las mujeres en el Cauca es el desplazamiento interno, tener que luchar como madres cabezas de familia con sus hijos porque han perdido a sus esposos, a sus padres o a sus hermanos. Es una lucha asumir el papel de mamá y papá en la crianza de esos hijos y no poder vivir tranquilamente en el territorio porque, día a día, estamos sufriendo los efectos de esta guerra. Los grupos armados creen que la solución pasa por quitar la vida a las personas y la solución no es esa. La solución es buscar un diálogo, un acercamiento y generar propuestas para la solución a esa problemática. Nosotros podemos y hemos construido propuestas para la construcción de paz. Si el gobierno atiende la demanda de la desmilitarización del territorio yo creo que la guerrilla no tendría con quién pelear. O si la guerrilla se desmovilizara, el Ejército no tendría con quien pelear tampoco. Creemos que debe buscarse una salida política, negociada, con garantías, con derechos y deberes para la construcción de esta paz”.
Los pueblos indígenas de Colombia saben mucho de promesas incumplidas. Cansados de esperar a que el gobierno cumpla su palabra, el pasado 12 de octubre 44 grupos indígenas regionales asociados en la Organización Nacional Indígena de Colombia (ONIC) iniciaron una Minga Nacional Comunitaria para exigir el respeto de los acuerdos alcanzados con la administración de Juan Manuel Santos.
“Hay acuerdos a los que hemos llegado con el gobierno que se han quedado escritos en un papel. Es preocupante que se firmen acuerdos y no haya cumplimiento. Preocupa y molesta mucho y eso hace que, como movimiento indígena, salgamos a las vías. Dentro de las exigencias de la minga está la reivindicación como pueblos indígenas. De 92 acuerdos que tenemos firmados hay varios puntos: el tema de tierra y territorio; el tema de la minería energética donde se dan concesiones mineras al interior de nuestros territorios sin consultar a las comunidades indígenas; el tema de la educación, el tema de la salud, el tema del TLC, los cultivos ilícitos”, explica Ana Deida Secué.
Como ya hiciera en anteriores protestas sociales, el gobierno respondía a estos reclamos con represión y mano dura. En un comunicado difundido el 21 de Octubre Amnistía Internacional2 denunciaba que decenas de manifestantes indígenas –entre ellos muchos niños– han resultado heridos como consecuencia del presunto uso excesivo de la fuerza por parte de las fuerzas de seguridad para disolver las manifestaciones. “Ha habido más de 40 heridos indígenas del Cauca y otros muchos más en otros departamentos por protestar para exigir los derechos. La respuesta del gobierno, del Estado es responder a bala, responder con la judicialización, el señalamiento y la discriminación frente a las movilizaciones. Creo que nosotros siempre hemos agotado todas las vías, pero la respuesta es una arremetida con el ESMAD, con el Ejército y con la policía a tiros. Es bastante preocupante para una comunidad que está exigiendo sus derechos en el marco de la vida civil. Preocupa muchísimo porque lo que quedan son lesionados, heridos, afectados, señalados y amenazados”, denuncia Ana Deida.
Amnistía Internacional también denunciaba el llamamiento a la “limpieza social” de los dirigentes y grupos indígenas implicados en las protestas, realizado por el grupo paramilitar Los Rastrojos.
El 24 de octubre, los indígenas del Cauca y el gobierno nacional firmaron un acta de 30 acuerdos dividida en cinco ejes temáticos con la que se pone fin a la minga. Habrá que permanecer alertas para garantizas si, esta vez, el Ejecutivo cumple su palabra.
A pesar de la persistencia del conflicto armado, de las concesiones mineras otorgadas sin consulta previa y de la represión con la que el gobierno responde a sus promesas incumplidas, las mujeres del Cauca le siguen apostando a la paz. “Nosotros como movimiento indígena y especialmente las mujeres le apostamos a la construcción de esta paz porque queremos un cambio estructural, un modelo que nos represente, nos cobije y donde nosotros podamos decidir libremente la construcción de esa agenda de paz que realmente el país necesita. La paz para las mujeres del Cauca es vivir tranquilas, en armonía con nuestra madre tierra. Si tenemos tierra, podemos tener paz porque eso nos permite producir, trabajar y tener a nuestros hijos. La paz es que podamos gobernar el territorio. Que ni los espíritus puedan ser interrumpidos con la bulla de las balas. Que no vivamos con ese temor a la guerra, que si un herido, que si dañaron la casa… Para nosotras la paz se construye desde la familia, desde una buena educación, desde una buena formación pero también desde el medioambiente en el que vivimos, que nos garanticen esa tranquilidad para poder seguir pensando y construyendo. Pero mientras las balas estén sonando, mientras se estén enfrentando, mientras estén quedando viudas y huérfanos es muy difícil construir esa paz. Aun así, seguimos con el sueño y con la idea de que lo podemos lograr”, concluye Ana Deida Secué.
1 https://www.arcoiris.com.co/2012/07/las-razones-detras-del-conflicto-en-el-cauca/