“Tumaco, Tumaco ya no aguanta más, viendo tantos muertos, que dolor nos da. ¿Qué vamos a hacer con la humanidad, con tanta violencia en la sociedad? Los hombres pelean, se matan y llenan de sangre la patria. Tumaco, Tumaco, Tumaco, ya no aguanta más”, son los versos que entona María Presentación Estacio, cuya voz hace parte de las Cantaoras de Tumaco. Cantos que ayudan a las mujeres a liberar el dolor, gritar el sufrimiento, narrar y nunca olvidar las tragedias que han vivido los pueblos de la Costa Pacífica Nariñense.
Esos relatos que pueden desprenderse de expresiones como los arrullos de las mujeres negras o los relatos orales indígenas, harán parte del informe nacional que deberá entregar la Comisión para el Esclarecimiento de la Verdad en dos años. Dicha entidad abrió las puertas de la Casa de la Verdad en Tumaco el pasado 8 de marzo. Desde allí, el equipo territorial conformado por siete personas, tiene el reto de contar las verdades sobre lo sucedido en el marco del conflicto armado en esa zona del país, teniendo en cuenta dos ejes transversales: el enfoque de género y el enfoque étnico.
Entre sus objetivos, busca que esas historias den cuenta de las formas diferenciadas como las mujeres fueron violentadas durante la guerra; se evidencie cómo las violaciones a los derechos humanos fracturaron la vida de las comunidades, su convivencia, saberes, tradiciones y la relación con la tierra y el territorio; pero también se quiere resaltar las luchas y resistencias de aquellos hombres y mujeres que le han hecho frente al conflicto armado con acciones de paz.
Como en todas las casas de la verdad dispuestas en el territorio nacional, desde Tumaco, se trabaja sobre dos lineamientos claves: el esclarecimiento de la verdad, es decir la investigación y documentación sobre los patrones de cómo se desarrolló el conflicto armado, y propiciar espacios de diálogo social entre distintos actores inmersos en la guerra.
A simple vista, no es posible darse cuenta que detrás de las paredes blancas de esa casa y las rejas negras que la rodean, aguardan los dolores, afectaciones, resistencias, y a fin de cuentas, verdades de cada de una de las personas que han decidido ir a contar su historia. No solo se trata de los testimonios de las y los tumaqueños, esas puertas también están abiertas para pobladores de Barbacoas, El Charco, Francisco Pizarro, La Tola, Magüi Payán, Mosquera, Olaya Herrera, Roberto Payán y Santa Bárbara. Se trata de los 10 municipios que conforman la Costa Pacífica Nariñense, donde la guerra entre paramilitares, guerrillas y el Estado colombiano se sintió de manera tan contundente que la Jurisdicción Especial para la Paz decidió abrir el caso 002 para investigar las afectaciones del conflicto en Ricaurte, Barbacoas y Tumaco.
Jorge Enrique García, coordinador de la Casa de la Verdad, cuenta que el proceso para establecer esa territorial de la CEV no fue fácil. Entre febrero y marzo del 2019, se realizaron una serie de diálogos con mesas de víctimas de desplazamiento, colectivos de mujeres, familiares de víctimas de desaparición forzada, entre otros. Pero el 2018 estuvo tan marcado por la violencia en el municipio de Tumaco, que las conclusiones de estos espacios solían ser las mismas: el riesgo que podría representar esa casa para quienes dieran su testimonio. Sin embargo, esa postura inicial fue cambiando y las personas reconocieron que sin sus testimonios, la verdad nacional sobre el conflicto armado en Colombia quedaría coja.
“Les decíamos, que si se imaginaban un informe nacional que no dijera nada de la Costa Pacífica Nariñense, eso querría decir que aquí no pasó nada. Quedaríamos por fuera de la discusión nacional”, explica Jorge, quien agrega que ese discurso empieza a generar un cambio a tal punto que, “las personas hoy se han apropiado del espacio y aquí hacen sus reuniones y actividades. La tomaron como lo que debe ser, como la casa de ellos”.
Ya se cuentan siete meses desde que la Casa de la Verdad de Tumaco dio apertura, y actualmente personas de diferentes zonas rurales del municipio llegan de manera espontánea a contar su verdad sobre lo que sucedió en el marco del conflicto armado. “Ahora tenemos un lugar a donde ir tranquilamente a contar lo que nos pasó. No hay letreros por ningún lado y eso nos da seguridad. Me siento más protegida hablando en la Casa de la Verdad que en la Fiscalía”, expresa María Presentación.
La incorporación del enfoque de género
Para la década de los 80, la Costa Pacífica Nariñense era el caldo de cultivo perfecto para desencadenar la guerra y la crisis humanitaria que todavía sigue vigente: llegó el narcotráfico, no había presencia estatal y tampoco oportunidades para las y los jóvenes. Para esa época, empezaron a llegar personas de ciudades como Cali para legalizar capitales vinculados al narcotráfico, aprovechando el auge del comercio camaronero, y al ver la vulnerabilidad del territorio se impuso el negocio de las drogas que desde entonces ha sido imposible erradicar. Luego, con la presencia de la guerrilla del ELN, las FARC y los paramilitares se desencadena una ola de violencia que ha dejado más de 150.000 víctimas, lo que quiere decir que más del 43% de las víctimas de este departamento son de la Costa Pacífica Nariñense.
“Hemos estado en medio de los todos los fuegos, y uno quisiera saber por qué. A mi sobrino lo desaparecieron en el año 2007. Tenía 32 años, se iba con otros hombres a Putumayo a buscar otras oportunidades, pero se fue y nunca jamás regresó, así que nosotros quisiéramos saber dónde está y por qué le pasó lo que le pasó, para eso es importante la verdad”, expresa la cantaora de Tumaco, quien añade que esa verdad podría ser la base para construir paz en su territorio.
Uno de los principales desafíos que manifiesta el equipo de la Casa de la Verdad en Tumaco, es la incorporación del enfoque de género en todo su quehacer. Son las mujeres las que reconocen la verdad como algo reparador. Para ellas saber el por qué la guerra se ensañó con su territorio, es una forma de sanar. “Esta es una oficina de mujeres, ellas son las que se han apropiado del espacio. Pero la preocupación es si las preguntas que se hacen en las entrevistas son las pertinentes o no. Es decir no queremos revictimizar a las mujeres, pero sabemos que fácilmente se puede caer en eso”, dice Catalina Riascos, psicóloga de la Casa de la Verdad de Tumaco.
Las y los funcionarios de la Casa de la Verdad, quieren que el enfoque de género no sea una cuestión aislada, ya que reconocen la importancia de esclarecer el papel del género en las dinámicas de la guerra. Sin embargo, el reto es también descubrir cómo en la Costa Pacífica Nariñense los grupos armados profundizaron las violencias basadas en género, pero también deben poder exaltar el papel de las mujeres como constructoras de paz y los procesos de resistencia que gestaron.
“Ha sido difícil para nosotras porque no lo habíamos trabajado, pero vamos aprendiendo de a poquito. Y es que es complejo porque a pesar de que se da la atención psicosocial, en muchos casos, las mujeres víctimas de violencia sexual suelen ser revictimizadas por sus familiares y especialmente los esposos”. El equipo de Tumaco sabe que profundizar en la verdad de lo que han vivido las mujeres en la guerra debe hacerse sin reproducir las violencias, silenciamientos y revictimizaciones.
De ahí que, a pesar de no tener total claridad sobre el enfoque de género, han empezado por trabajar de la mano de las organizaciones de mujeres que durante los años del conflicto, fueron quienes han atendido y enfrentado las violencias de género, y entre ellas mismas se las han arreglado para alzar la voz y ponerle rostro a las miles de víctimas derivadas de una guerra propiciada por hombres. Eso lo reconoce la CEV a nivel nacional, y por eso crea el grupo Mujer, Generación y Familia para indagar sobre la violencia histórica y sistemática producto de la exclusión, sumado a la marginación y el racismo que enfrentan las mujeres por hacer parte de una comunidad étnica. La CEV tiene claro que debe garantizar la narración del conflicto desde la visión de los pueblos indígenas y afro, y particularmente, desde las afectaciones propias de las mujeres; escuchando cómo esos hechos no solo generaron dolores individuales sino también colectivos, rompiendo el tejido cultural, familiar y social.
El enfoque étnico
Precisamente son dos mujeres, las comisionadas Ángela Salazar y Patricia Tobón, las que han abanderado la apuesta de que el enfoque étnico tenga una dirección encarga de que los relatos de los pueblos indígenas y afro sean consultados previamente, además deben ser colectivos, en la mayoría de los casos. “Eso no es solo que alguien murió o que violaron a una mujeres y solo hay un dolor individual. No, es un dolor comunitario, es de toda la vereda, el territorio, el río. Por lo tanto las preguntas deben estar ligadas a eso, a las afectaciones ambientales, comunitarias, y culturales. Es un solo hecho que trastoca toda la dinámica de la comunidad”, explica el coordinador de la Casa de la Verdad de Tumaco.
Esto debe verse reflejado en los informes que entregue la CEV, así como debe ser evidente cómo el conflicto tiene una articulación histórica con el racismo colonial y el racismo estructural actual, otro de los retos que se ha impuesto La Casa de la Verdad de Tumaco. Buscan que ambos temas se conecten a pesar de la existencia de sectores de la sociedad interesados en romper ese hilo conductor. “Se culpa a las comunidades de su propia marginalidad, pero la desigualdad no comenzó con los grupos armados, la gente ha sido pobre históricamente porque ha habido violencia de Estado, y lo que sí ha hecho el conflicto es profundizar esa pobreza que viene de los tiempos coloniales”, señala Jorge.
Por otro lado, también se ha solicitado una persona experta en psico-espiritualidad afro, es decir alguien que sepa de procesos psicológicos y ancestrales afro, porque gran parte del proceso de sanación de las comunidades negras están inmersos en sus tradiciones, como lo es el grupo de Cantaoras de Tumaco del cual hace parte María Presentación: “A veces hay momentos alegres y otros tristes, y esos recuerdos lo ponen a uno a cantar y a escribir canciones. Eso me ayuda a sanar. Para mí es importante que esos cantos los conozca la demás gente, porque si ellos vivieron algo similar quiero que sepan que no están solos”.
Ese es otro de los retos que tiene la Casa de la Verdad. Que los relatos para el informe puedan partir de las formas de comunicación propias de los pueblos étnicos, que las comunidades indígenas puedan contar lo que vivieron en la guerra desde su propia lengua, y en el caso de las comunidades afro, puedan contar en verso, coplas o cantado, sobre sus hechos victimizantes pero también sus anhelos de paz, como versan las Cantaoras de Tumaco: “Mujeres todas queremos que no nos maltraten más, pero si no nos unimos no lo vamos a lograr. La paz queremos Colombia, la pedimos con amor, todos la estamos deseando no importa la religión”.