Texto: Leire Otaegi Entrevista: Luz Piedad Caicedo – 2019-04-10
Texto: Leire Otaegi Entrevista: Luz Piedad Caicedo
“A nosotras desde niñas nos enseñaron a trabajar. En lo que me tocara, lo hacía. Por ejemplo, si me tocaba hacer aseo, si me tocaba ir a un restaurante, si me tocaba ir a echar machete, si me tocaba aprender a raspar coca, pues también. De ahí aprendí a raspar la coca”.
Zereida Romero nació en Mocoa, Putumayo, pero se crio junto a su familia en la bota caucana, donde la irrupción del conflicto armado y la minería rompieron su tranquila infancia. En busca de una tranquilidad que no encontraron, sus padres decidieron volver a Mocoa y a los 27 años Zeraida se instaló en el corredor Puerto Vega Teteye, delimitado por los ríos Putumayo y San Miguel.
En ese corredor, cercano a la frontera con el Ecuador, logró comprar una finca gracias al dinero que fue sacando con el cultivo de coca. Su recelo inicial hacia la lucha campesina y cocalera se disipó tras conocer a Luis Melo, presidente de Asociación Campesina del Suroccidente del Putumayo (ACSOMAYO), asesinado en 2005 por los paramilitares. Consciente de los riesgos que implica asumir un liderazgo en el Putumayo, decidió enviar a su hija pequeña a vivir con su papá para protegerla. “Nosotras las mujeres decidimos que si los hombres no quería, nosotras cogeríamos el liderazgo de la Asociación Campesina del Suroccidente del Putumayo que es grande, tiene 65 veredas, si no es más, y 5 cabildos y 2 resguardos. Yo no tenía experiencia, la experiencia la gané con ellos metiéndome allá, estando en las movilizaciones y en los paros, comiendo a veces y a veces no, durmiendo hasta en los potreros por hacer exigibilidad para que el gobierno nos escuchara porque el campesino allá no fuimos escuchados”.
Actualmente Zereida ocupa el cargo de secretaria de la mujer de la Asociación Campesina del Sur Oriente del Putumayo (ACSOMAYO) y desde su liderazgo explica cómo la coca y las políticas de erradicación adoptadas de diferentes gobiernos han marcado la vida de las mujeres en el Putumayo.
¿En cuántos procesos de sustitución ha estado usted?
Yo estuve en el primero, cuando mataron hartísima gente campesina en Puerto Asís, ahí fue el Plan Colombia que sustituimos por ganado. A la gente no le supieron explicar bien y las platas se fueron en construir esas paredes y no sé cuántos miles de millones de pesos; son “los elefantes blancos”. No tuvieron en cuenta a la comunidad para entregar las cosas. Entregaban las vacas hoy, al otro día les tiraban la fumigación y entonces tuvieron que venderlas para poder recuperar alguna cosita de plata para pagar las deudas porque la fumigación les quemó comida y coca.
¿Cuándo volvieron a cultivar coca?
La gente tuvo que volver a cultivar ahí mismo. Unos tuvieron que cortar esa hoja, esa mata, y la mata es terca. Esa mata usted la corta y nace 20.000 veces, así le eche veneno. Más duro nos daba que nos mataban la comida y el pasto y el ganado, eso no se recupera. La tierra no se recupera porque al fumigarla se esteriliza, pero la coca no se esteriliza, eso es lo más berraco. En mi finca cuando fumigaron ya empezó a crecer el montecito, pero cuando fui a plantar plátano y yuca, no me nació, salían de un tercio del tamaño que salía cuando la tierra no era estéril. Entonces con la organización ACSOMAYO empezamos a denunciar todos los atropellos que venían haciendo con la fumigación y gracias a Dios y al Ecuador, que puso esa demanda contra Colombia para que se suspendieran las fumigaciones a 10 kilómetros o no sé cuántos que nos cogía casi todo el corredor, ahí descansamos. Y más que todo cuando el presidente Santos coge la presidencia y ya deja de estar fumigando, pero me hubiera gustado haber grabado a una compañera a la que le cayó el veneno y el año pasado la piel de ella era como de culebra por el veneno que le penetró y tiene que estar cada nada de médicos. Ver a los niños con ampollas y me tocaba andar pidiendo caridad por esos niños para que les atendieran. Eso no fue fácil.
¿Cómo se ha desarrollado el último proceso de sustitución en el Putumayo?
En el Putumayo el proceso comenzó hace ya un año, cuando las FARC iban a entregar las armas y entrar al ETCR (Espacio Territorial de Capacitación y Reincorporación). Antes de eso llegó todo el tema de sustitución con Eduardo Díaz (anterior director del Programa Nacional Integral de Sustitución – PNIS) pero la actitud que tuvo no fue la que esperamos. Él empezó a hablar del primer piloto, pero tenía que concertar con las comunidades y empezó a hacer firmar a las comunidades y decirles: firma. Y el que firma, firmó y el que no, se quedó o el que ya no quiere, se va a la cárcel. Entonces con esas amenazas empezó a hablar con las comunidades y nosotras las mujeres estuvimos allí y le paramos duro al señor le dijimos: no señor, usted a nosotros nos respeta, la comunidad se respeta y si usted viene a hablar con ese tono alto, nosotros no se lo vamos a permitir. Suficiente con la guerra que hemos vivido, menos ahora para venir a soportarle a usted que ni siquiera es de acá del territorio (…) Él hablaba sobre la sustitución de cultivos de coca y que se iban a dar unas semillas y una huerta casera en el primer piloto como de un valor de unos 2 millones de pesos y que iban a dar unas remesas (…) A unos les pagaron y a otros no. Si había el esposo y la esposa y los dos tenían cultivos, entonces yo le decía que tenían que pagar a la esposa y al esposo porque ella era independiente de su cultivo y muchas veces le pagaban a él y a ella no le pagaban. (…) Unas veredas no quisieron meterse por esa situación y después se metieron otras.
En el primer piloto, que metieron más hombres que mujeres, nosotras hicimos un análisis sobre si ellos habían llegado con la plata a sus mujeres y la mayoría de los hombres hicieron una inversión muy mala; por ejemplo, comprarse un celular de una gama muy grande cuando no tienen la necesidad, irse y meterse a tomar, a emborrachase con toda la plata sin tener en cuenta que tiene a la mujer en la casa y sus hijos, cosas así… Y todo eso a nosotras nos dio como impotencia y con las organizaciones se empoderó a las mujeres para que exigieran que los pagos les llegaran directamente a ellas y ahí se logró que la mayoría de las mujeres pudieran beneficiarse de eso.
Fue maluco eso de la sustitución de los cultivos de coca porque hay que mirar la sobrevivencia de cada familia de allá. A las primeras familias cada dos meses les llegaban dos millones de pesos. A las primeras veredas les llegó, porque uno no puede mentir ahí. En un año terminaban de pagarse los 10 millones de pesos. Pero ¿sabe qué es lo que estuvo mal ahí? Dar la plata es una necesidad real, pero lo primero que tenían que ver ellos antes de hacer la erradicación, antes de nosotros dar el brazo a torcer, era habernos entregado el proyecto productivo. Eso es dialogar, concertar, ese era el pensamiento de nosotras las mujeres y de nuestras comunidades.
Las comunidades no pedimos que haya ni Ejército, ni Policía ni nada de eso, sino la veeduría. Las veredas se unían todas y decían: bueno, esta vez vamos a erradicar este lado y este otro día. Y así fueron las mismas comunidades que erradicaron, las comunidades estaban cumpliendo con todo el acuerdo y con todas las de la ley para que el gobierno cumpliera. De las 15 veredas se comprometieron 13 veredas y casi las 13 veredas fueron las que erradicaron.
La gente que antes vivía de la coca ¿cómo está viviendo ahora?
Hay gente que no se metió al programa y tiene su coca. Entonces la gente que ya no tiene se va a buscar trabajo donde el que la tiene. La coca sigue siendo la que permite vivir y no vamos a decir mentiras porque si el gobierno hubiera entregado proyectos para que la gente sobreviva y mirando las necesidades desde los territorios, las cosas hubieran dado otro giro.
¿Cuál va a ser el futuro de ese corredor? ¿Qué cree que va a pasar este año?
Mucha gente dice que si no se cumple lo que está en los acuerdos muy poco se puede seguir con el acuerdo de paz. Yo decía: paz sí, pero también hay que estar preparados para un postconflicto. El postconflicto es este que se está viviendo ahora, el tema de los líderes que empezaron a matar, si usted habla de paz también lo matan, si usted habla de sustitución de coca también lo matan, si usted es excombatiente también lo matan, así dejes las armas, también te matan… Es algo duro y para nosotras, por lo menos las mujeres campesinas, es preocupante porque nosotras sí sabemos qué es la guerra mientras que otros que viven en las ciudades no han conocido la guerra cómo es. De pronto la conocerán ahora o ya la están conociendo y ahí se darán cuenta de lo que se ha sufrido en el campo.
Este boletín se realizó gracias al apoyo del Fondo Sueco Noruego de Cooperación (FOS).